La resistencia iraquí enorgullece a los árabes

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Lo que está sucediendo en territorio iraquí confirma que la guerra nunca es un paseo, contrariamente a lo que se imaginaba el invasor. El pueblo iraquí está luchando con ferocidad y orgullo en defensa de toda la nación árabe, más que en defensa del territorio del pueblo iraquí. El presidente iraquí, su pueblo y sus soldados están oponiendo una resistencia militar que no tiene nada que envidiar a su resistencia al embargo más injusto y terrorífico de la historia, de 13 años de duración, impuesto por los dirigentes árabes y los cruzados. Pocos días después del comienzo de la guerra, los estadounidenses, los británicos y su séquito de dirigentes árabes se han quedado atónitos: no se ha producido la cacareada insurrección del ejército iraquí. Y los invasores no han sido recibidos con rosas y flores, como creían esos criminales y estaba previsto en los planes de guerra, porque la rebelión contra Sadam era el envite de la invasión.

Los estadounidenses pensaban que la guerra duraría sólo unos días, animados por las arengas de Bush y su administración que predicaban una guerra rápida y precisa como una operación quirúrgica. Desde el primer día, gracias al valor y la entrega de los muyahidin iraquíes, la presunción norteamericana se esfumó y Bush y Blair no tuvieron más remedio que admitir las dificultades de la guerra y decir a sus poblaciones que estuvieran preparados para afrontar las consecuencias y las grandes pérdidas del conflicto.
No cabe duda de que los estadounidenses tienen una supremacía aérea y de misiles apabullante, pero igual de cierto es que la supremacía terrestre la tienen los iraquíes, y las guerras se ganan en el campo de batalla, no en el cielo.


No debemos olvidar que Irak ha sufrido 13 años de bombardeos y embargo asfixiante, pero eso no ha destruido o doblegado su poderío. Es bien sabido que desde el punto de vista militar y estratégico los bombardeos aéreos destruyen los edificios, las vías de comunicación y los centros de poder, pero la victoria final sólo se logra cuando el enemigo ha conquistado el territorio y EE.UU., como es sabido, ha fallado en la fase terrestre de todas las guerras. Los norteamericanos no son tan valientes como parecen en los combates terrestres y no soportan ver caer a sus soldados, de modo que tratan de evitar las batallas terrestres y cuando se han visto obligados a
presentarlas han sido derrotados: sucedió en Líbano, Somalia y Vietnam, y está sucediendo ahora en Afganistán. Lo vemos también en el resultado de las batallas del sur de Irak, que ha puesto en evidencia la falsedad de las declaraciones norteamericanas sobre la marcha de la guerra.
Hasta hoy han sido abatidos numerosos aviones de los aliados, de modo que estamos ante una supremacía terrestre iraquí; no tiene demasiada importancia que los aliados hayan conquistado zonas vacías del desierto o algunas aldeas. Además, los vídeos de prisioneros iraquíes que difunden los invasores no han convencido a nadie: ¿cómo es posible que combatientes del desierto, brazos en alto, tengan la ropa tan limpia y estén desarmados?
¿Acaso hay gente que va «de paseo» por el desierto en esa zona y en esas circunstancias? Suponiendo que haya habido prisioneros civiles o militares, es algo que no tiene demasiada importancia en una guerra larga, con ataques y retiradas. Las conclusiones hay que sacarlas al final, no al principio, y no debemos hacer mucho caso de esas filmaciones estadounidenses, ya estamos acostumbrados a sus historietas que ponen en evidencia la mezquindad y la perversión mental de los invasores.


Pero lo más impresionante y digno de asombro es la capacidad iraquí para conservar intacta su potencia bélica y su preparación militar a todos los niveles. La hazaña más importante es la presencia de Irak en los medios y su capacidad para enfrentarse al enemigo en el campo de la información. Irak ha aprendido la lección de Afganistán, donde los talibanes fueron vencidos en el plano de la información antes que en el campo de batalla, y ha comprendido que las guerras norteamericanas son, en primer lugar, guerras de información, y los bombardeos «mediáticos» son más eficaces que los misiles de crucero y los bombraderos B-52.


La capacidad iraquí de mantener sus transmisiones de televisión y por satélite debe considerarse una importante hazaña que desmonta las mentiras y desinformaciones de esta guerra lanzadas por Estados Unidos con el fin de desmoralizar al pueblo iraquí.
La primera de estas mentiras fue la muerte del presidente iraquí durante los primeros bombardeos; la respuesta iraquí fue la aparición en televisión de Sadam Hussein incitando a su gente a la resistencia y prometiendo una derrota vergonzosa a los estadounidenses. También es fundamental la presencia televisiva del ministro de Información, Said al-Sahaf, que con sus informes sobre la guerra responde continua y eficazmente a las bombas «mediáticas» americanas.


Esta capacidad y esta habilidad para dirigir la guerra es lo que levanta la moral de las naciones oprimidas y alienta la esperanza de sus pueblos sometidos a la tiranía.


Juan Vivanco

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